sábado, 16 de marzo de 2013

El cuerpo de la duda.: Cortázar y Maga


Maga, el personaje femenino central de la novela Rayuela, una mujer de carne y hueso, que Cortazar conoció por avatares del destino. Cortazar creía mucho en la fuerza del destino y del azar, para el los encuentros casuales tenían un significado y trascendencia especial


La musa de Cortazar, la enigmática Maga protagonista femenina que deambula por Rayuela, el personaje más famoso de su libro más famoso y con el cual tuvo un éxito incalculable, existió. Su nombre: Edith Aron, una mujer entre miles pero de extraña belleza con ojos brillantes que miran muy fijo y el pelo color azabache.

En muchas ocasiones se le pregunto ¿qué había encontrado Cortazar de especial en ella?
Y ella llena de inocencia y risueña contesta: "¿Qué me vio Cortázar? No sé, ¡yo era simplemente una chica buena y agradable!".

De las entrevistas que le han realizado a Edith ella misma cuenta y evoca el momento en el cual vio a Cortazar por primera vez: "Me llamó la atención ese joven alto y delgado , que tocaba el piano en el salón de tercera clase, donde viajábamos". Sin embargo, y pese a haberse observado mutuamente, no se presentaron. Los unió el azar; una tarde, mientras ella estaba en una librería del boulevard Saint Germain, lo vio en la calle, del otro lado de la vidriera, y él la saludó con una inclinación de cabeza.

La segunda vez, se encontraron en un cine, donde pasaban la Juana de Arco, muda, de la Falconetti. La tercera vez, tropezaron el uno con el otro en el Jardín de Luxemburgo, hacía mucho frío y entraron en un café donde charlaron horas. Como se menciono al principio y reitera Maga , Cortázar le daba mucha importancia a estos encuentros dispuestos por el destino. Se hicieron amigos, él le regaló un poema suyo que hablaba del tiempo pasado en el barco, se titulaba: Los días entre paréntesis. Descubrieron amigos comunes en París y que, además, se divertían mucho juntos.


Cortázar después de cuatro semanas volvió a Buenos Aires y en agosto de 1951 le escribió a la Maga una carta:


"Querida Edith: No sé si se acuerda todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear muchas veces por París, para ir a escuchar Bach a la Sala del Conservatorio, para ver un eclipse de luna en el parvis de Notre Dame, para botar al Sena un barquito de papel, para prestarle un pulóver verde (que todavía guarda su perfume, aunque los sentidos no lo perciban).


Yo soy otra vez ése, el hombre que le dijo, al despedirse de usted delante del Flore, que volvería a París en dos años. Voy a volver antes, estaré allí en noviembre. Pienso en el gusto de volverla a encontrar, y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que usted esté ya muy cambiada, de que no le divierta la posibilidad de verme. Por eso le pido desde ahora y se lo pido por escrito porque me es más fácil que si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, si no necesita este pedazo de pasado que soy yo, me lo diga sin rodeos. Sería mucho peor disimular un aburrimiento. Me gustaría que siga siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día yo pueda prestarle otro pulóver."


La carta es larga y la primera de una serie que duró tanto como la vida de Cortázar.
La Maga cuenta "El año 1952 quedará como un año muy especial para Julio y para mi", En el Jardín des Plantes descubrieron juntos los axolotes; en el parque de Secaux, Cortázar le leyó Final del juego y al verla tan conmovida le prometió que, al publicarlo, se lo dedicaría; una noche helada, oyeron a Edith Piaf, y el 23 de mayo asistieron al triunfo de Le sacre du Printemps.
Entre distancias, su comunicación se basa en cartas, numerosas, y que jamás dejaron de escribirse




Una carta escrita en París el 17 de diciembre de 1964, le habla a la Maga: "Volví ayer de Londres, donde pasé diez días, y me di cuenta de que el año se acaba dentro de muy poco, y que me gustaría que recibieras estas líneas. Como no contestaste a mi última, en realidad no había nada que contestar, de modo que no es un reproche ni mucho menos. Quiero solamente preguntar cómo estás, cómo sigue tu madre, y qué estás haciendo". La carta es larga también y termina: "Si un día tienes ganas, mándame dos líneas. No te digo lo que te deseo porque ya lo sabes. Ojalá estés bien, ojalá todo salga como tú quieres. Un abrazo de Julio".


La ultima vez que se vieron fue en el subterráneo Pero él no le avisó. Como siempre, el destino los puso frente a frente, esta vez. La Maga se enojó; Cortázar se disculpó, diciéndole que estaba seguro de que el azar los iba a reunir, tal como había ocurrido.
Maga jamás pensó que las noticia próxima de Cortazar seria la de su muerte en 1984


En el momento en que Rayuela fue un boom, recuerda Julio Ortega, editor de la edición crítica francesa de Rayuela "todas las muchachas de la Facultad querían ser la Maga; y todos los hombres querían buscar su Maga, la fantasía masculina de la mujer enigmática que se relaciona con las fuerzas más intuitivas con una sabiduría inocente".


Aun la Maga sigue siendo un ideal, un mito. Edith Aron la mujer especial que cautivo a Cortazar con su sencillez, con su irreverencia dulce y su profunda inocencia está y estará siempre inmortalizada entre las páginas de Rayuela:


"Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts.
Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico."
(Rayuela, de Julio Cortázar, 1963)

Fuente: http://elcuerpodeladuda.blogspot.com/2007/02/cortazar-y-maga.html

jueves, 3 de enero de 2013

Bienvenido 2013

Fue un gusto haberme hecho cargo de cada uno de los 365 días que se fueron, pretendo lo mismo con el que comienza. El 2012 me dejó sin duda una de las enseñanzas incompletas que me acompañará el resto de la vida. La muerte de una Hermana de la Vida, me ha traído preguntas qué quizás no lograré responder. Sólo sé que hoy vivo mis días con un entusiasmo digno de contarle en algún encuentro de esos que solíamos tener. Si hago revisión de aquellos propósitos que adquirí para el año que se fue, puedo sonreír con inmensas ganas. Ahora quiero seguir, porque las cosas están dando resultados. Volveré